El abogado cruceño de 34 años fue el epicentro de la atención después de recibir el voto de desconfianza de la Asamblea el martes en la noche, en una interpelación que quiso ponerlo contra las cuerdas por el robo de coches en Chile y su comercialización en territorio boliviano.

“Una puñalada por la espalda”. Así llamó Del Castillo a lo sucedido el 27 de junio, ya que legisladores del ala evista (seguidores del expresidente Evo Morales) confluyeron en su votación con los de la oposición (Comunidad Ciudadana y Creemos) para cincelar su censura.

La cuarta interpelación fue la vencida para buscar la caída de Del Castillo, sobre todo era poner toda la carne al asador en la guerra abierta de los evistas contra los llamados arcistas (afines al presidente Luis Arce) en el Movimiento Al Socialismo (MAS) y el Gobierno. Era el punto de inflexión. Y Arce debía dirimir la pulseta.

Precisamente el ministro de Gobierno es una de las cabezas que piden Morales y sus fieles seguidores del partido oficialista, quienes exigieron en repetidas ocasiones su renuncia o que Arce tome cartas en el asunto para destituirlo. Con la censura, parecía que ello era un pan comido.

El ministro Eduardo del Castillo, al ingresar a su vehículo oficial. Foto: Ministerio de Gobierno

Y se activó la presión al Mandatario. Tanto Arce como Del Castillo optaron por la mesura. La viceministra de Comunicación, Gabriela Alcón, dijo el miércoles que el Presidente estaba revisando la Constitución y un fallo del Tribunal Constitucional para asumir una decisión.

Agradeció el apoyo de instituciones, partidarios del MAS, autoridades y asambleístas regionales, dirigentes, entre otros, y publicó cartas enviadas a Arce y su persona que respaldaban su gestión y que expresaban el desacuerdo con un posible alejamiento de su cargo.

Hasta que llegó el Día D, el jueves. En la tarde, la Gaceta Oficial del Estado Plurinacional de Bolivia daba la primicia. Mediante el Decreto Presidencial 4974, Arce destituía de su cargo a Del Castillo. A la par, se alistaban los ambientes de la Casa Grande del Pueblo para nombrar al sucesor.

¿O el acto era para ratificarlo? Era la otra opción. Y se vino la noticia que seguramente retumbó más en el Chapare, cuartel general de Morales como líder de los cocaleros y jefe del MAS. Del Castillo era ratificado por Arce y en su discurso no se guardó nada, fustigó a Morales y los evistas.

“Megacoalición”, “traidores de la revolución”… fueron algunos de los adjetivos lanzados por el ministro que había quedado con el cargo en el limbo por horas. Pero fue arropado por Arce y sectores sociales que no pararon de aplaudirlos en la Casa Grande del Pueblo.

La ratificación de la confianza de Arce es una victoria para Del Castillo, en una decisión que marcará un antes y un después en la pugna interna del MAS. Sin duda, todos esperaban saber si Arce iba a marcar más distancia con el ala evista o iba a ceder a su presión. Y fue lo primero.

Pero la noche no acabó ahí para Del Castillo. En las gradas donde se desarrolló el acto fue felicitado por todos los ministros. Dirigentes y otras personas que lo apoyan no paraban de darle la mano y abrazarlo en las gradas del ambiente donde se dio lugar a su posesión. “¡Lucho no estás solo, carajo!”, gritaban.

Y al salir de la Casa Grande del Pueblo, al llegar a la esquina del antiguo Palacio de Gobierno, el titulado de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM) fue arropado de nuevo por sus simpatizantes, quienes lo cargaron en hombros. Eufórico, levantó los brazos en señal de victoria.

Tomó su vehículo oficial, no sin antes saludar a quienes arengaban “¡Eduardo, amigo, el pueblo está contigo!”. Mientras que por Twitter, el expresidente Morales lo llamaba ministro “inconstitucional” e “ilegítimo”, y lo responsabilizó de cualquier atentado contra su vida e integridad personal.

Así fue la noche de Del Castillo, quien puede ufanarse de ganar la primera batalla “en serio” contra Morales y la dirigencia del MAS. Los capeó como buen torero. Pero como dijo el diputado evista Héctor Arce, aún tiene otras interpelaciones pendientes. O sea, se vienen más pulsetas.

(Fuente: La Razón)