Archivo fotográfico del cura pederasta Luis Roma en Charagua y el testimonio de quien lo descubrió
Escrito por Boris Bueno Camacho el 14 de mayo de 2023
El sacerdote jesuita Lucho Roma mantenía el registro de sus víctimas en un archivo de fotografías y videos. Página Siete tuvo acceso a parte de las imágenes, en las que se ven varios niños y niñas víctimas.
Si el jesuita español Alfonso Pedrajas, “padre Pica”, llevaba un diario sobre su pederastia, su compatriota y compañero de orden Luis María Roma Padrosa tenía un archivo de fotos y videos. Este registro de los abusos cometidos a su paso por Charagua (Santa Cruz) fue hallado y revelado por otro miembro de su congregación.
Durante años, Roma guardó la cuenta de sus agresiones en decenas de imágenes en las que puede ser identificado claramente. Sus víctimas eran niños y niñas de seis a 12 años de edad, de piel morena y rasgos indígenas. En 2019, una investigación de la agencia EFE reveló los abusos sexuales del padre Roma, siete meses antes de que el jesuita muriera negándolo todo. Este caso, denunciado hace cuatro años, recién fue derivado al Ministerio Público hace días.
Página Siete accedió al archivo fotográfico y habló con el exjesuita que halló el archivo, cuando compartía vivienda con Roma. La identidad de la fuente será resguardada por su seguridad y hay que aclarar que no tiene relación con el exjesuita Pedro Lima, quien en los últimos días realizó varias denuncias.
“Puede decirse que el mío es el testimonio cero. Fui parte de la comunidad en la que vivía Roma. Ahí encontré el CD con las pruebas”, afirma el exjesuita.
No titubea y aunque han pasado más de 10 años, recuerda aquel momento en que vio en un computador la imagen de uno de sus sacerdotes más admirados en uno de los crímenes más atroces. No solo reconoció al padre, también reconoció el poblado y la habitación.
Una década en Charagua
Conocido como territorio Guaraní, Charagua es uno de los municipios más grandes del país, pero en el que la mancha urbana es muy pequeña. Apenas se extiende por unas 10 a 15 cuadras hacia adelante y hacia atrás.
A esta región, la Compañía de Jesús llegó en 1964. Desde entonces emplazó proyectos educativos, como las escuelas Fe y Alegría, o productivos, como Cipca Cordillera. Pero, sin duda, el corazón de todo era la parroquia San Miguel, el destino de Luis Roma entre 1994 y 2004.
“Parecía un viejito entrañable, solo tenía unos chistes un poco pasados de tono. Incurría en una suerte de doble sentido sexual, pero no se podía pensar que ese señor hubiera abusado niños. Era un excelente profesor de música, lo admiraba”, señala el exrreligioso.
Son decenas de jóvenes y adultos los que lo recuerdan de esa forma. Como el padre alegre que les enseñó a apreciar la música, que les regalaba dulces y galletas mientras los llevaba a la parroquia a ver películas.
“Fue parte de mi paso a la adolescencia, siempre nos aconsejaba. No puedo creerlo”, dice uno de sus feligreses al ser consultado por la denuncia que la Compañía de Jesús oficializó en contra del padre Roma.
Y es que al parecer era esta cercanía de maestro, amigo y consejero la que le servía para acercarse a los niños y niñas que luego serían sus víctimas. No se sabe cómo los escogía, pero por las fotos se ve que eran pequeños de entre seis a 12 años, niños y niñas, con rasgos indígenas y por tanto provenientes de las poblaciones más vulnerables.
El hallazgo
“Fui parte de la comunidad en la que vivía el padre Luis Roma”, afirma el exjesuita. Pide dejar en reserva fechas y lugares.
“En ese tiempo, en la comunidad había una sola computadora. En ese entonces éramos varios miembros y todos la usábamos por horarios. Cuando llegó mi turno, agarré una memoria USB y fui a revisar mi correo. Apenas me senté frente a la máquina, salió una notificación que decía que había un CD en el display. Cerré todo, pero después pensé ver de quién era, para devolverlo. Pero en el CD no vi simples archivos”, relata.
En la pantalla saltaron imágenes de pequeños cuerpos desnudos. Algunos mojados, como salidos de una ducha y otros sentados en un mueble que de inmediato reconoció. “Alguna vez estuve en Charagua, conocía ese lugar”, dice.
Aún incrédulo, logró reconocer en varias de las fotos el rostro de Luis Roma y de más de 20 niñas y niños distintos, que eran tocados en las partes más íntimas de su cuerpo.
“Fue muy difícil ver así a alguien a quien admiras mucho”.
Cuando cayó en cuenta a quien pertenecía el CD, el exjesuita se apresuró a copiar un puñado de imágenes en su memoria USB para guardar las pruebas aún sin saber bien qué hacer con ellas.
“El cuarto del padre Roma estaba a dos metros de la sala de la computadora. Me di cuenta que si era de él y lo había olvidado, iba a volver pronto. Lo único que atiné fue a resguardar en un USB parte de las fotografías”.
Un compilado de horror
Desde una de las fotos, Roma mira hacia arriba señalando con una mano al cielo, mientras con la otra sostiene a una niña por debajo de la falda. En otra sonríe, mientras recorre con los dedos el cuerpo a medio desvestir de otro pequeño.
Página Siete tuvo acceso a un archivo de 27 imágenes, su origen fue verificado tanto por este medio como por las investigaciones iniciadas por la Compañía de Jesús en 2019, cuando el caso fue denunciado por primera vez.
Difíciles de ver, muestran parte de la desviación sexual del religioso. Sin recato, besa a los pequeños, mientras los sostiene con fuerza por la quijada. En más de una foto los niños y niñas se limitan a taparse los ojitos con el antebrazo o morderse las manitos, muestra de su indefensión.
Ninguna de las imágenes es la original, sino que son capturas tomadas de fotografías físicas y de la pantalla de un televisor en el que se ponía a correr una grabación. Es decir que el CD solo era una digitalización de un archivo físico aún más grande, cuyo paradero se desconoce.
“Eran eso, fotos tomadas a fotografías físicas por una cámara digital. Otras eran fotos tomadas a un video, es decir que tiene que haber esas filmaciones, pero seguramente ya no las podremos encontrar”, afirma la fuente.
En la parte inferior izquierda, de una de las fotografías tomadas a un video se distingue una fecha: 17 de agosto de 2002. Una data muy anterior a la del hallazgo del archivo.
Si esa fuera la fecha de los abusos, se podría hablar de víctimas que hoy bordean los 30 años de edad. La fecha coincide con el tiempo en que Roma estuvo en la parroquia de Charagua.
¿Quiénes más actuaron?
Las imágenes son parte del testimonio cruel que el padre Roma recolectó para registrar sus crímenes. Pero quienes lo conocieron aseguran que no pudo realizarlo solo, porque no era hábil con la tecnología.
Le costaba encender una computadora y más aún revisar su correo electrónico. Alguna vez, ya a avanzada edad, se aficionó por adquirir estas habilidades.
Por estas características, el exjesuita presume que hubo alguien que lo ayudó a convertir el material físico en digital y concentrar todo en un CD; alguien de confianza, una especie de asistente o persona predilecta. “No creo que haya sido jesuita”.
Tampoco cree que sea posible que otro jesuita haya ayudado a captar a los niños o a tomar las imágenes originales. Y es que la cantidad de jesuitas que quedaban en Charagua era mínima, entre tres o cuatro.
Todos estaban repartidos en diferentes tareas. Mientras los otros se dedicaban a salir a las comunidades, Roma siempre se quedaba en el pueblo, solo.
“Ellos sabían, yo se los dije”
Con más de 80 años, Roma falleció en Cochabamba en agosto de 2019, luego de permanecer meses en una residencia jesuita. Llegó a esta casa por su avanzada edad y no por las denuncias.
Y es que si fue en enero de 2019 que el caso se hizo público, el exjesuita que halló el archivo fotográfico hizo conocer la situación a sus superiores en anteriores ocasiones. Tanto cuando Roma fue designado como consejero espiritual en un colegio, como en las cuentas de conciencias anuales, que son parecidas a una confesión.
“Yo se los dije… en su momento le dije al provincial todo lo que sabía, pero no pasó nada”.
El exjesuita guardó este archivo fotográfico por años, hasta 2019, cuando el caso se hizo público en los medios de comunicación. Asegura que no lo usó en ningún momento para sacar réditos personales o para dañar o extorsionar a la Iglesia.
Simplemente lo guardó hasta que tuvo la oportunidad de revelarlo y descargar el peso ajeno que llevó por años. Revelar el material fue su último intento de cambiar las cosas.
Los jesuitas prometieron investigar el caso, pero los resultados llegaron tres años después de la muerte de Roma, cuando ya no podía pagar en la tierra aquello que hizo en nombre del cielo.
Los resultados fueron publicados en septiembre de 2022, en un comunicado de apenas tres párrafos, en el que se acepta la “verosimilitud” de la denuncia. El nombre de Luis Roma apenas se adivina en cuatro iniciales. No se precisa el lugar de los hechos, si hubo encubrimiento, si hay otros responsables, el número de víctimas o si éstas fueron contactadas, escuchadas y atendidas.
“Como religiosos asumimos que, en su momento, las medidas de prevención para evitar este hecho no fueron las apropiadas, por lo que pedimos perdón”, señala dicho documento.
El caso no fue remitido al Ministerio Público hasta días pasados, cuando creció la presión por los nuevos casos.
Un pacto, todos son uno
Es difícil entender el porqué si varias personas sabían lo que hacía el padre Roma, nadie lo denunció. Entre quienes están dentro la orden y los que salieron afirman algo común: cuando estás dentro parece natural que todo el grupo sea uno y que los trapitos sucios se laven a puertas cerradas.
Sin embargo, el secretismo raya en el encubrimiento de los religiosos agresores y alimenta una falta de transparencia que solo agrava el daño causado a las víctimas por sacerdotes como Roma, Pedrajas o tantos otros que aún permanecen en la oscuridad y la impunidad.
Si conoce de algún caso puede escribirnos al whatsapp 76795016 o al correo “p7,denuncia@gmail.com”. Se guardará completa reserva para garantizar su seguridad.
¿Cuántos sacerdotes abusadores podrían estar implicados en delitos sexuales?
De acuerdo a un informe de Child Rights International Network (2019), la Iglesia Católica de Latinoamérica atraviesa la “tercera oleada” de casos de abusos de menores. La primera se desató en 2002 en Estados Unidos, mientras que la segunda en Europa y Oceanía.
Si bien se han visto denuncias masivas en Chile, Argentina y Colombia, aún no hay cifras que estimen el problema en la región y, por tanto, en Bolivia. Los únicos datos se desprenden de investigaciones hechas durante las primeras olas.
En 2017, una comisión investigadora oficial de Australia reveló que el 7% de los sacerdotes católicos fueron acusados de abusar de niños entre 1950 y 2015. La investigación en Estados Unidos reveló que el dato para este país era 6%; cifra refutada por las organizaciones civiles, que indicaron que con los subregistros podía tratarse de un 9%. En Alemania una revisión de las denuncias lanzó que un 5,1% de los religiosos estaba involucrado.
Las cifras no están muy distantes entre sí. Tampoco están lejos del rango estimado por el exjesuita que reveló el caso del padre Roma.
“De acuerdo a mi experiencia personal, ojo no digo que sea así en todas partes, pero en mi entorno un tercio se dedicaba a una vida célibe. Otro tercio tenía una vida sexual plena e incluso una familia, esposa e hijos. Otro grupo similar tenía relaciones o una pareja homosexual, dentro o fuera de la Iglesia. Hay menos de un 10% que es pederasta”, explica el exrreligioso
Según el censo de 2012, en Bolivia el 68% de la población se declara católica. Un registro no oficial señala que hasta 2020, la organización pastoral estaba compuesta por 597 parroquias, 781 centros de atención pastoral y 1.219 sacerdotes católicos. Si aplicamos los porcentajes, podrían haber entre 60 y 100 agresores. Pero esta es solo una conjetura.
Lo que queda claro es que en el país no hay cifras accesibles y reales de los casos. Ni siquiera existe un registro público y centralizado en la Conferencia Episcopal de Bolivia sobre los sacerdotes que ejercen en el país. Este detalle ya fue solicitado por Página Siete en varias ocasiones desde 2016.
La respuesta siempre es la misma: “Se está trabajando en el registro”, “cada orden tiene sus propios datos”.
Abusos van más allá de los jesuitas o la Iglesia Católica
“Lo que se vive dentro de la Compañía de Jesús, se vive en cualquier otra congregación, no es un caso particular de los jesuitas. Pasa en las congregaciones de mujeres o de hombres; digamos en toda la organización religiosa católica, en los seminarios y conventos… ocurre en todas partes, pero eso no quiere decir que todos sean malos”, manifiesta el exjesuita.
Si bien son los jesuitas los que ahora están en el ojo público, son más la órdenes en las que se denunció crímenes de algunos de sus malos elementos.
Basta con revisar las denuncias públicas hechas en Bolivia en contra de religiosos dominicos y carmelitas. Tampoco pasa desapercibido el comunicado emitido en abril pasado por el Opus Dei, en el que reconoce como “fundadas” las denuncias de abusos en contra de ocho de sus miembros (clérigos y laicos) en Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina.
Dicho documento fue emitido en el marco del segundo Congreso General Extraordinario del Opus Dei, realizado hace un mes en Roma.
Pero estos crímenes no solo atañen a la Iglesia Católica. En menos de un año se registraron cinco denuncias en contra de pastores evangélicos que abusaron sexualmente de niñas menores de edad.
En octubre pasado, en Yacuiba, un pastor evangélico fue encarcelado preventivamente, acusado de violar a dos menores de edad. No es su primera denuncia, cinco meses antes fue denunciado por otro delito similar. En la misma localidad, otro pastor fue acusado de violar a una niña que acudía a la iglesia que dirigía el agresor.
En enero de este año se aprehendió a otro líder evangélico de Guarayos por el mismo crimen. Mientras que en julio de 2022 otro pastor fue detenido en Ancoraimes, La Paz, por vejar a una niña en la casa donde se alojaba.
Plantean una comisión de la verdad para investigar todos los casos
“Estamos pidiendo que la Asamblea Legislativa cree una comisión especial a nivel nacional. Una comisión de la verdad que investigue y ponga freno a estos casos de una vez”, afirma la diputada del MAS Pamela Terrazas.
Entre el miércoles y el viernes, la legisladora instaló en las oficinas de la brigada parlamentaria de Cochabamba una sala de reuniones reservada. A esta convocó a las víctimas de vejaciones por parte de sacerdotes u otras autoridades religiosas.
Tomó la iniciativa luego que dos víctimas, por separado, se contactaron con ella para pedirle que las escuche. Y es que sienten que no hay un espacio seguro para denunciar o simplemente descargar el peso que los abusos dejaron.
Hasta el jueves recibió ocho denuncias, de las cuales tres corresponden a los crímenes cometidos por el padre Pedrajas. Las otras cinco están referidas a abusos físicos o psicológicos e incluso temas de despojo o avasallamiento por parte de otros religiosos.
“Es complicado, porque de los tres solo uno se animó a denunciar. El resto tiene miedo porque ya tienen una vida hecha y sus familias no saben lo que les pasó. Por esto es necesario investigar los otros casos, no solo el del padre Pica. Ver si los autores están vivos o si hay otros responsables. Urge activar las medidas de protección, reparación y resarcimiento para las víctimas”, dice la legisladora antes de volver nuevamente a la sala reservada.
La idea de una comisión genera susceptibilidad en varios sectores, pues se teme que la investigación se desvíe y tome un rumbo político, relegando lo más importante: la atención a las víctimas.