El empresario asevera que él, como concesionario de las primeras 30.000 hectáreas, pondrá como norma a los menonitas que solo podrán deforestar el 50% de las tierras que él les transfiera (Se le solicitó mostrar el documento que consigne eso para las primeras 50 familias, pero no lo facilitó).
Asegura que a aquel que no acepte esa norma, no le transferirá terrenos y que está muy seguro de que aceptarán porque tienen mucha demanda, muchos pedidos de tierra de menonitas, que superan el millón de hectáreas, por lo que le transferirá solo a los que estén dispuestos a cumplir esa norma.
Se le planteó esa posibilidad a Juan, un menonita de la colonia Valle Hermoso con el que conversamos en el mercado Los Pozos en Santa Cruz:
—Juan, ¿y sabés cuánto vas a poder desmontar si conseguís tierras en Surinam?
—Todo. Todo. Cien por ciento.
—El empresario que lleva a los menonitas dice que solo será el cincuenta por ciento…
Aquí su expresión de embelesamiento cambió a una mezcla de incredulidad y decepción:
—Nooo. Tiene que ser cien por ciento, ni cortinas de viento se va a dejar porque en Surinam no hay viento.
Juan tiene 14 hectáreas en Valle Hermoso, y las considera ‘pocas’. Explica que está ‘anotado’ en la lista de los interesados de su colonia para ir a Surinam, con un encargo de 25 hectáreas por las que deberá pagar $us 7.500.
Además, espera vender sus tierras en Valle Hermoso y juntar dinero que le permitan llegar a comprar 50 hectáreas en Surinam. “Ojalá hasta el año que viene pueda irme”, dice, anhelante.
Pero, con la idea del 50% de deforestación, la ecuación no le cuadra: si logra comprar 25 hectáreas y Barbero solo le permite ocupar la mitad, es decir, 12,5 hectáreas, podrá cultivar menos de lo que tiene actualmente.
Dos años de negociaciones
Barbero, con sinceridad y sin remordimiento dice: “Vamos a tener una deforestación desmedida en un lugar donde nunca pasó nada. El impacto va a ser muy fuerte. No queremos estar en lugares en que puede haber conflicto”.
Asegura que durante dos años ha hecho negociaciones y socialización con todos los sectores con quienes debía hacerlo en Surinam, para la llegada de las primeras 50 familias menonitas a las primeras 30.000 hectáreas del proyecto. “No nos ha quedado puerta por tocar”, dice el empresario que asegura que no hubo sobresaltos y que lo único negativo, desde su punto de vista, fue una serie de publicaciones sobre las denuncias de violaciones contra mujeres menonitas en colonias bolivianas en 2009, lo cual, considera que no viene al caso, puesto que los responsables (siete varones menonitas) fueron sentenciados y encerrados por sus delitos.
Monique Pool, directora de la Fundación Patrimonio Verde Surinam, señaló que, al menos con la institución que ella dirige, tal socialización no existió, y atribuye a la falta de información del Gobierno surinamés el hecho de que la población no conozca este y otros proyectos que afectan la riqueza forestal de ese país.
Mientras Barbero dice que un posible conflicto entre los indígenas y el Gobierno está en sus cálculos, sin embargo, cree que será una lucha ‘pacífica’ y es un tema que “debe ser discutido por los políticos”. También está seguro de que en las tierras concesionadas no pasará nada porque ha previsto que su proyecto no esté en tierras indígenas, “ni siquiera que estén en disputa”.
Pero, aunque el proyecto de los menonitas no afecte directamente tierras indígenas, el asunto molesta a esos pueblos y a los ambientalistas. La parlamentaria Edwards le dijo a Nómadas que los líderes de su aldea “no darán permiso a los menonitas hasta que el Gobierno nos conceda nuestros derechos sobre la tierra… no podemos luchar por nuestros derechos sobre la tierra mientras el gobierno le da tierras a un grupo externo”.
Asimismo, alertó que perderían su estatus de HFLD si se deforestan más de 30.255 hectáreas de bosques primarios por año. Ella cree que la gente de Surinam no está consciente de algunos “actos ilegales” cometidos por los menonitas contra el medioambiente y reconoce que los ambientalistas han tardado en reaccionar, lo cual atribuye precisamente a la desinformación que hay de parte del Estado.
Piden un estudio
El 27 de octubre de 2023, las organizaciones no gubernamentales ecologistas con presencia en Surinam, brindaron una conferencia de prensa donde expresaron su preocupación por la llegada de menonitas. “¿Dónde está el plan? ¿Por qué no puede haber transparencia? Pedimos un estudio para poder determinar científicamente cuál podría ser el efecto de la agricultura menonita a gran escala en el medioambiente”, dijo Gwendolyn Smith, de la organización Green Growth Surinam, según el diario De Ware Tijd, de Paramaribo.
También manifestaron la necesidad de un estudio de impacto ambiental como parte de la condición legal antes de proceder a la deforestación con fines agrícolas y cuestionaron que en Surinam “se tienda alfombra roja a los menonitas”, mientras que en América del Sur son conocidos por su destructiva agricultura a gran escala que no sólo va acompañada de deforestación, sino también de contaminación del agua, uso de pesticidas, la introducción de alimentos genéticamente modificados y conflictos con los pueblos indígenas locales.
Es por esto que, Monique Pool, considera que otorgar tierras a una empresa y no a los pueblos indígenas de Surinam “es un acto ilegal” y pide mirar las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (que se hacen luego de agotar instancias internas) como la del pueblo Saramaka, cuya petición se hizo en el 2000, se admitió en el 2006 y tuvo una sentencia en 2008 que instruía al Estado “reconocer de manera formal los derechos a la tierra de los saramaka maroons”.
Pero el Gobierno respondió que “no se encontraba preparado para implementar nuevas leyes que reconocieran los derechos indígenas a la tierra, ya que podrían exacerbar las tensiones políticas existentes entre los grupos étnicos de Surinam”. (www.cidh.or.cr).
¿Y cómo son las protestas indígenas en Surinam? El antecedente más reciente fue la denominada ‘marcha silenciosa’ el 14 de mayo de 2023 que reclamaba precisamente sus derechos sobre la tierra como primeros habitantes del país.
“Los gobiernos van y vienen y nunca obtuvimos el reconocimiento y hoy es el día en que nosotras, como mujeres indígenas de Surinam, lucharemos codo a codo con nuestros hombres”, le dijo a AFP, Sharmaine Artist, vocera del grupo Native Power. “Debido a la falta de reconocimiento legal de los derechos sobre la tierra, la situación es confusa, lo que da lugar a muchas actividades económicas ilegales, entre ellas, la extracción de oro”, reportó por su parte, la agencia EFE.
La marcha silenciosa se dio tras disturbios acaecidos el 2 de mayo en el pueblo de Pikin Saron, en una compañía minera de propiedad del gobiern o. Según los reportes de prensa, dos personas murieron después de que la Policía actuara. “Pese a las promesas del presidente, Chan Santokhi, y el vicepresidente, Ronnie Brunswijk, de resolver el problema de los derechos sobre la tierra durante esta administración, los conflictos persisten”, cerró AFP.
En la revista holandesa independiente De Groene Amsterdammer, el 21 se junio de 2023, Lloyd Read, presidente del Colectivo Indígena Surinam, afirmó que la comunidad indígena “no permitirá” que los menonitas se establezcan en su territorio. “No podemos importar ideologías extranjeras a nuestra comunidad”, dijo a la prensa de su país. El 27 de octubre, tras una reunión con ambientalistas de Surinam, Read fue más radical y dijo a medios de comunicación de Surinam que “sobre nuestros cadáveres” permitirán la entrega de tierras a extranjeros.
El fin: Sustituir importaciones
El proyecto menonita en Surinam, se ha conocido en un documento que maneja un grupo de ambientalistas que arroja datos como que: las primeras 50 familias menonitas la conforman 246 personas y que se pretende sustituir la importación de alimentos a Surinam, del 67% al 50%. Los ambientalistas cuestionan que en el proyecto se hable de oportunidades de empleos, sin detallar de qué tipo y observan que los menonitas no contratan gente para el trabajo en el agro y que solo recurren a terceros para dotación de ciertos insumos.
Por otra parte, alertan consecuencias como la degradación de ecosistemas, reducción de bioseguridad, alteración del ciclo del agua, mayor riesgo de incendios forestales e introducción de cultivos transgénicos.
Es decir, la selva virgen y su sinfonía salvaje no solo serán vulnerables a la tala de árboles, sino a incendios forestales y también a la contaminación, como sucede cada año en Santa Cruz, Bolivia, de donde provienen los menonitas.
Esto, por supuesto, además se da en un contexto político económico postpandemia que, en Surinam, derivó en una crisis de divisas (dólares). En 2020 se celebraron elecciones presidenciales y asumió el mando el exministro de Justicia, Chandrikapersad (‘Chan’) Santokhi.
El nuevo mandatario se caracteriza por su apertura en busca de socios: las relaciones bilaterales con Países Bajos se normalizaron y está estrechando relaciones con EEUU, si bien China y Rusia siguen teniendo un importante papel para el país, según el análisis de la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de España.
Alcides Vadillo, director de la Fundación Tierra, en Santa Cruz, Bolivia, alerta que hay una dinámica global que es el negocio de la agricultura versus los derechos humanos y medioambiente. “Hay sectores y empresas que ven la ganancia y no les importan las consecuencias y hay Estados que entran en esa lógica” y allana el camino a través de las leyes.
Por el otro lado, están los derechos humanos de las poblaciones indígenas que pueden ser víctimas de los impactos ambientales, como, por ejemplo, que la expansión de cultivos como la soya, ingresa con un ‘paquete’ tecnológico y uso de agroquímicos que evita cualquier otro tipo de producción en los terrenos colindantes.
Esa viene a ser la teoría de lo que Julio Egüez, cacique de la comunidad indígena chiquitana Santa Teresita, en Santa Cruz, Bolivia, narró sobre lo que les sucede desde hace cinco años, cuando una colonia menonita se asentó en 35 hectáreas colindantes con su territorio.
El choque cultural
¿Qué experiencia hay sobre la afectación de los menonitas con pueblos indígenas? Si bien los menonitas, al ser colonias cerradas, tienen escaso contacto con pueblos indígenas y cualquier otro grupo social, pueden ocasionar indirectamente efectos sobre estos. Alcides Vadillo de Fundación Tierra afirma que “son extremadamente deforestadores. “No dejan un árbol ni para muestra”, además de que usan transgénicos y agroquímicos, y modifican el medioambiente.
Pone como ejemplo lo que sucedió en la laguna Concepción, en Santa Cruz: “Hemos visto cómo los menonitas hacen canales de desagüe de lagunas para habilitarlas para poder sembrar, drenan quebradas de ríos, entonces, alteran el medioambiente para tener mayor capacidad productiva. La más clara muestra es que la Laguna Concepción se haya secado por acción de menonitas y de otros grupos asentados a su alrededor”.
Vadillo considera que el Estado boliviano debería ser más exigente con los menonitas sobre cómo trabajan la tierra, tanto en lo forestal como en el uso de agroquímicos.
Sobre este último punto, Barbero señaló: “En Surinam no está permitido glifosato y mi transferencia lo prohíbe por escrito. Alguno me pedirá y no se lo permitiremos. Costó tanto hacer un camino y por uno que pida glifosato vamos a tener problema. La mayoría son muy cuidadosos del medioambiente por las leyes”.
Pero con esos antecedentes de los menonitas en otras latitudes, ¿por qué habría que pensar que algo distinto sucederá en la selva virgen de Surinam que será desmontada?
Barbero señala que su negocio consiste en detectar posibilidades de compraventa de predios o ‘campos’ para hacer de intermediarios. “Tenemos fondos de inversión de todas las partes del mundo, pero adecuados al lugar dónde y con quién vamos. Ponemos nuestras reglas y no porque sea el tipo más bueno del mundo, sino porque yo sé cuál es mi negocio y no quiero tener problemas después”, enfatiza.
Así, entonces, la selva virgen de Surinam se enfrenta a toda una estructura empresarial que cuida los detalles para transformar en cultivos las tierras forestales. En sus videos de TikTok dice, por ejemplo, que se pueden comprar tierras, desmontarlas y dejar que se valoricen en un par de años.
El comerciante de tierras explica que en Bolivia trabaja con agricultores, con personas que le piden tierra, con empresarios del agro, mucha gente de La Paz, Potosí, Oruro, que llegan a Santa Cruz a comprar campos. ¿Y los menonitas? “De mis clientes, el 50% son menonitas. No vendemos (tierras) a extranjeros en Bolivia”, asegura.
Para esta labor se requiere de seguridad jurídica, la cual deben brindarla las instituciones del área, por eso se le preguntó a Barbero cómo se relaciona con el Instituto Nacional de Reforma Agraria y Autoridad de Bosques y Tierra en Bolivia, y afirmó que cuenta con un equipo jurídico que acude a estas instituciones para saber si el proceso de asentamiento está terminado o no.
(Fuente: El Deber/Revista Nómadas)