Menonitas, el poder de la tercera minoría étnica de Bolivia
Escrito por Boris Bueno Camacho el 31 de julio de 2023
Al parecer las permisividades del aparato del Estado boliviano permiten a estos penitentes y puritanos confesos hallar una especie de paraíso para sus aspiraciones económicas y sociales.
“Son gente seria y trabajadora —dice, Jaime Vaca (nombre ficticio), un operador legal al que acuden algunas colonias del norte cruceño—. Mire que hace unos seis meses se compraron tierras en los dos márgenes de un río, o sea, aseguraron todo para producir. Salvo algunas colonias que son extremadamente ortodoxas y muy pobres, manejan también buena cantidad de plata. Si la compra supera los dos o tres millones de bolivianos, pagan a crédito y tienen buen crédito en varios bancos. Aunque en ese caso que le digo pagaron al contado más de un millón de dólares”.
Varios factores confluyen para darles su notorio poder económico. “En las colonias menonitas es significativo encontrar la simbiosis clásica entre el surgimiento del capitalismo y la religión analizada por Max Weber en la obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, explica el sociólogo Oscar Bazoberry en la investigación Menonitas del Chaco paraguayo boliviano. El estudioso añade que “a diferencia del desarrollo posterior del capitalismo, en el que el capital se vuelve autónomo de la propiedad, de los procesos productivos y de circulación de bienes, en los fundamentos menonitas se mantiene, a través de la religión, la relación de la generación del valor con el trabajo, la familia y una vida ‘austera”.
Su participación en el negocio de las oleaginosas da una idea de su potencial. Según la investigación Las colonias menonitas en Bolivia, realizada por Adalberto J. Kopp para la Fundación Tierra, en 2015, éstas producían el 16% de la soya nacional.
A ese rubro debe sumarse varios otros productos como los lácteos y diversos cereales que su diversificada labor genera.
En 2019, una investigación realizada por Alle Reche, y citada por el periodista Iván Paredes para Mongabay, revelaba que hasta ese año las colonias llegaban a 106. A mediados de 2022, William Kehler, un menonita que vive en Bolivia desde hace 30 años, publicó un trabajo donde informa que en el país existen al menos 120 colonias con una población aproximada de 150 mil personas.
Valga sumar tres detalles adicionales. Su expansión, si bien es mayoritaria en Santa Cruz, abarca a zonas pertenecientes a cuatro departamentos, incluidas pequeñas colonias en el norte de La Paz. Por otra parte, los colonos menonitas tienen una alta tasa de natalidad porque los matrimonios por lo general conciben entre cinco y 10 hijos. Pero, además, la inmigración menonita a Bolivia se ha dinamizado. Para esta doble vía de crecimiento demográfico cuentan dos razones principales relacionadas a ciertas características del Estado boliviano.
EL PARAÍSO BOLIVIANO
“Bolivia es considerado el país con el mayor número de colonias menonitas conservadoras o radicales —señala el investigador Gonzalo Colque, de la Fundación Tierra—. Esto porque los menonitas en países como México, Estados Unidos, Paraguay y otros se han integrado a su sociedad y economía. Esa integración se ha intensificado hacia aspectos tecnológicos, productivos y económicos. En esos países, los sectores menonitas que son más apegados a la religión tradicional no quieren que sus hijos se vinculen a la modernidad. Entonces esas familias más radicales optaron por migrar y asentarse en Bolivia”.
TENTACIONES Y PECADOS
“Están apareciendo más de los menonos modernos —explica Jaime Vaca—. Hay de los bien radicales, los llamados ‘rusos’ que son hasta pobres, son los barbudos. Hay de los estrictos y radicales, pero que tienen plata y, además, hay de los más modernos. Esos también llegan y andan con lo último a la hora de trabajar la tierra. Es que aprovechan que acá el impuesto es bajo y se puede acceder a tierras mucho más fácilmente que en otros países. No se puede hacer lo mismo en Argentina, ni en Brasil, ni en el propio Paraguay. ¿Se enteró el lío que se hicieron aquellos menonos que quisieron trabajar en Perú?”.
Valga añadir que, lejos de su renuncia a la tecnología, en este caso, los colonos no tuvieron problemas para apelar al uso de semillas transgénicas ni potentes herbicidas. Pero, además, tampoco hallaron limitaciones legales, éticas o de principios religiosos a la hora de violar áreas protegidas y acomodarse a las habilidades de la polémica justicia boliviana.
Diversos reportajes de prensa han develado, por ejemplo, cómo fueron causantes de la desaparición de la laguna Concepción en 2021. Algo tanto o más grave también resultó la construcción, sin autorización alguna, del puente sobre el río Parapetí que violentaba el parque nacional Kaa Iya y los delicados bañados del Isoso. Una detallada investigación del periodista Roberto Navia para la revista Nómadas (revistanomadas.com) muestra los excesos a los que se llegó en este caso.
A los problemas medioambientales y económicos, con todos los trasfondos que ello implica, también se suma otro problema irresuelto. Sonados casos de violencia, asesinatos, abusos sexuales y violación de derechos elementales dentro de las colonias lanzaron preocupantes alertas sobre esa sociedad cerrada y aislada en su mundo dogmático. Los casos Manitoba, Franz Clarsen, Anna y Peter Wieler tuvieron repercusiones incluso más allá de las fronteras, especialmente el primero.
Sin embargo, las autoridades se han manifestado escasamente sobre el tema y, en general, sólo cuando se desató alguna crisis. No se sabe de alguna política específica sobre este creciente grupo social y las complejas problemáticas que sucesivamente va creando.
“Lo curioso es que se utiliza un argumento liberal del respeto de los derechos humanos o de las prácticas culturales para ocultar lo que las comunidades menonitas y otras pueden cometer —explica el sociólogo Franco Gamboa—. Se usa el argumento del respeto multicultural para ocultar la violación de derechos humanos y otros aspectos legales que los menonitas practican. Puede haber un enclave autoritario en alguna colonia menonita que paga los servicios de un abogado para ser intocable o para que no se correlacione la igualdad de derechos de sus propias comunidades respecto de la igualdad de derechos que predomina en el país”.
El analista coincide con varias otras voces que reclamaron posturas estatales claras frente a esta especie de territorios autónomos con leyes internas de características medievales.
“Hay un juego pragmático instrumental —dice Gamboa—. Y es ese juego pragmático instrumental, que estimulan los propios menonitas, lo que en el fondo tiene que transformar sus prácticas dogmáticas y ese culturalismo medieval que trata de separar la violación de derechos humanos y otros delitos de sus acciones. En todo multiculturalismo, sin duda debe predominar la diversidad, el respeto de ciertas prácticas ancestrales. Pero no por eso deben ser consideradas comunidades intocables cuando se violan los aspectos constitucionales mínimos que predominan en el país”.
Un silencio que hasta ahora se mostró como otra señal de poder.
(Fuente: Los Tiempos)